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miércoles, 27 de octubre de 2010

Cédula del buen vivir - Precio Capitalista, Precio Justo, Precio Chávez

Un lector del economista Greg Mankiw le ha enviado una foto que éste publica en su blog:

Mankiw (que por cierto, según confiesa él mismo, no ha leído "La Acción Humana" de Ludwig Von Mises) se limita a publicar la foto sin más comentarios, tal vez, por resultar obvias las inexorables consecuencias del establecimiento de precios máximos.

Precios Máximos y Cédula del Buen Vivir


Esa cosa con nombre tan atractivo -Cédula del buen vivir- no es más que una moderna tarjeta de racionamiento para comprar únicamente los productos necesarios en los mercados socialistas (Mercados Bicentenario en Venezuela), tal y como se describe en estos videos:

Cartilla de racionamiento - Cuba, Habana Vieja.

Aquí tenemos a Chávez explicando las características de la Cédula del Buen Vivir, o sea, la moderna tarjeta de racionamiento bolivariana:



Cuando un gobierno establece precios máximos, aspira a defender a los compradores para que todos puedan adquirir la cantidad que deseen. (Seguimos a Von Mises). Actuar así puede garantizar gran respaldo popular; y, en todo caso, no hay duda que un gobierno puede hacerlo, para eso tiene policías, ejércitos, cárceles y patíbulos. La cuestión es, si realmente el poder público puede alcanzar esos fines (abastecer a todos) mediante la fijación de precios a nivel distinto a como se hubieran determinado en un mercado libre.

Precio capitalista, precio Chávez

Con precios máximos, ya no es el mercado (es decir, el consumidor) el que distribuye la oferta total de los bienes y servicios afectados. Forzosamente entrará en acción un nuevo dispositivo de distribución, puesto que, cuanto más bajos sean los precios máximos, habrá más potenciales compradores que, no obstante estar dispuestos a pagar por encima del precio máximo, no podrán adquirir los productos intervenidos.
Comprarán entonces, los que lleguen primero (como en las rebajas), o tal vez los enchufados (con buenas relaciones personales o amistades con burócratas y políticos), o quizás, los más fuertes y desalmados que con empleo de la violencia apartarán del mercado a sus rivales (mafias).




En todo caso, al final, será ineludible la imposición del RACIONAMIENTO para evitar el caos y para que cada uno adquiera la porción prevista.


Venezuela: compra de alimentos por sorteo de cédulas

Pero esto no resuelve el problema, puesto que el principal cometido del mercado es dirigir la producción. Si se establecen precios máximos (dejando en principio libres, los precios de los factores empleados), los empresarios marginales, es decir, los que producen con mayores costes (como pueden ser, por ejemplo, los que pagan mayores salarios), entrarán en pérdidas y por tanto, los factores de producción no específicos (por ejemplo la mano de obra) para la elaboración de esos productos con precios máximos, serán desviados a la elaboración de otros bienes no intervenidos por el gobierno.
Los factores específicos empleados en la elaboración de los bienes intervenidos se perderán, con el consiguiente despilfarro de los siempre escasos bienes de capital y la correspondiente disminución global de la renta, que afectará a la demanda de la totalidad de bienes y servicios de la economía.
En todo caso, la oferta total de los productos intervenidos con precios máximos DISMINUIRÁ e inevitablemente, el racionamiento será aún mayor, suponiendo que el producto no desaparezca totalmente del mercado.
¿Cuándo empezará la escasez?. Pues, la reducción de la oferta comenzará cuando esos precios máximos empiecen a absorber la totalidad de la renta de los productores marginales. Si no se cubren los costes reales, se cierran los negocios y desaparece la oferta.

Evidéntemente, este resultado es contrario a los objetivos del intervencionista, cuya intención era luchar contra la “especulación y los depravados mercaderes”, y facilitar al consumidor los bienes intervenidos por considerarlos de primera necesidad. Quería que todos, incluso los más pobres, estuvieran ampliamente abastecidos; pero solo ha conseguido disminuir la producción total.
Entonces, echará la culpa de su fracaso a la codicia humana… al egoísmo… etc, y a continuación se verá obligado a poner precios máximos a todos los factores de producción empleados en la fabricación de los bienes intervenidos, incluidos los salarios.
Pero eso no será suficiente, ya que, para que no se desvíe capital y trabajo a la producción de otros bienes sin intervenir, el gobierno deberá ORDENAR a empresarios, capitalistas y trabajadores que prosigan la producción de los bienes intervenidos ajustándose todo el mundo a los precios, salarios y tipos de interés establecidos, y a venderlos - aún a pérdida - a quienes se designa en los decretos de racionamiento.
Lo que nos advierten las leyes económicas es que la injerencia produce efectos contrarios a los objetivos perseguidos (abastecer a todo el mundo). El resultado es el contrario, desabastecimiento y caos. Y si el ego del gobernante no reconoce y acepta estas consecuencias y persiste y se adentra más y más en el camino emprendido, insistiendo en regular precios, obligando a la gente a producir cada vez mas clases de bienes (esenciales o no) con arreglo a los precios y salarios impuestos desde el poder supremo, al final se aniquila totalmente el mercado y surge -la miseria- el socialismo tipo germano, (Zwangswirtschaft, Von Mises, 1949) -para distinguirlo del socialismo tipo soviético. En ambos, la economía estaba completamente dirigida. La diferencia estribaba en que en el socialismo germano o nazi, existe un simulacro de mercado y una apariencia de propiedad privada, sólo apariencia. Los empresarios no eran tales, obedecían órdenes, y los precios no eran auténticos precios de mercado, eran meras expresiones cuantitativas nominales carentes de información.

Es indiferente –desde el punto de vista de la Ciencia Economica- que hoy y en otro sitio del planeta se le llame "socialismo bolivariano" o socialismo del siglo XXI a lo mismo que otros llamaron nacionalsocialismo, socialismo tipo nazi ó zwangswirtschaft.

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